La importancia de guardar un secreto: literatura fantástica en La cena y Aura

La importancia de guardar un secreto: literatura fantástica en La cena y Aura

 …el sueño, el delirio, la vigilia.
Lo demás, como siempre, son palabras.
SERGIO PITOL, «El sueño de lo real»

Aproximarse a una obra literaria es todo un desafío. La lectura es un acto donde uno pregunta y otro responde, y viceversa;  ni la obra tiene todas las respuestas, ni tampoco las tiene el lector. Y también sucede que no todos los lectores hacen las mismas preguntas al texto ni reciben las mismas contestaciones de él. Por eso es que es tan válido leer La Ilíada en el actual siglo XXI, acercarse a Cervantes o a Sor Juana.

La literatura fantástica, me parece, ejemplifica de manera sorprendente esta propuesta: el texto llega con una serie de planteamientos que presenta al lector y éste se ve en la necesidad de hacer de detective: encontrar los indicios, hallar las respuestas y hacer las preguntas oportunas que harán de esa experiencia lectora una ocasión única y maravillosa, en la cual se le revelará una realidad inverosímil que, no obstante, no podría ser de otra manera en el texto. Dice Sergio Pitol (1998), a propósito del acto de la escritura:

Escribir me parece un acto semejante al de tejer y destejer varios hilos narrativos arduamente trenzados dónde nada se cierra y todo resulta conjetural; será el lector quien intente cerrarlos, resolver el misterio planteado, optar por algunas opciones sugeridas: el sueño, el delirio, la vigilia. (p. 19).

Surgida en el siglo XIX, la literatura fantástica hace toda una serie de cambios en la estructura narrativa y en los temas de los textos: 1) los escritores optan por los cuentos, en los cuales el clímax va casi siempre en la parte final, 2) generalmente la línea temporal se rompe y se presentan esquemas circulares, 3) por medio del pensamiento y del estado onírico se descubren otros espacios y tiempos, 4) no existe explicación de fenómenos sobrenaturales y se mantiene constante suspense con la indeterminación de muchos eventos, y 5) atención a las descripciones de los espacios físicos, entre otros muchos aspectos (Cantú Ortiz, 2007).

En México, la literatura fantástica toma impulso a partir del siglo XX. En medio de constantes revoluciones, los escritores se las apañaron para abandonar por un momento los temas populares y adentrarse en la zona de lo misterioso, en un estilo que era nuevo y que, sin embargo, se manifestó en obras grandiosas por su alcance y notables por su reconocimiento. Entre ellas: “La cena”, cuento largo de Alfonso Reyes, y Aura, novela corta de Carlos Fuentes.

Ambas obras presentan las características ya mencionadas y, además, se encuentran relacionadas entre sí por la intertextualidad con la que Fuentes hizo posible la recreación del asunto que trataba el cuento del regiomontano.

El argumento de “La cena” se podría resumir más o menos de la siguiente manera: un hombre joven asiste a una cena invitado por dos mujeres, una joven y su madre, pasa la tarde con ellas, conversa y las acompaña al jardín, donde “la oscuridad, el cansancio, la cena, el Chablis, la conversación misteriosa sobre flores que yo no veía” (Reyes, 2012, p. 18) lo inducen al sueño del que sólo despertará para conocer la historia de un militar y su retrato, el que reflejaba una imagen que parecía ser la de él mismo. Huye a su casa y, aunque pareciera que esa visita no se había dado (eran las 9 otra vez, la hora de la cena), aún tiene una prueba de la visita.

Y ahora el argumento de Aura, que presenta ciertas similitudes: un hombre joven asiste al llamado de una nota en el periódico dejada por Consuelo, una vieja que desea contratar a un historiador para redactar las memorias de su esposo, un militar de los tiempos de Reforma. El joven permanece en la casa y se enamora de la sobrina de la vieja, de quien pronto se va dando cuenta que tiene una relación inusual con su tía. Él mismo se ve atrapado entre ellas cuando descubre una fotografía del militar y descubre en él su propia imagen y la imagen de la joven la encuentra en la persona de Consuelo. Permanece en la casa al lado de ella atado a una historia que, aunque pasada, era suya.

Puntos más, puntos menos, ambas obras se asemejan un poco en la historia, pero también difieren en aspectos importantes: primero, que el joven de “La cena”, Alfonso, puede huir de la casa, mientras que Felipe, de Aura, permanece en ella; y segundo, que Amalia, la joven anfitriona de Alfonso, es tan real como lo es su madre (se sospecha), en tanto que Aura, sobrina de Consuelo, es un artificio que ésta usa para la anagnórisis que se está preparando a Felipe.

Pero la verdad es que más similitudes que diferencias se pueden encontrar, tanto en la historia como en la estructura del relato. Elaboradas algo parcamente:

1) La invitación escrita: en Reyes como invitación formal (“¡Ah, si no faltara!…”), y en Fuentes como oferta de empleo en el periódico (“Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más”).

2) El desconocimiento del camino para llegar: en Reyes, además, está el apresuramiento (“Tuve que correr a través de calles desconocidas”), y en Fuentes por ser una colonia vieja y descuidada (“Las nomenclaturas han sido revisadas, superpuestas, confundidas”).

3) El rompimiento del hilo temporal que al principio parecía correr con normalidad: en Reyes “No sé cuánto tiempo transcurrió, en tanto que yo dormía en el mareo de mi respiración agitada”, y en Fuentes “Tratas [antes de entrar], inútilmente de retener una sola imagen de ese mundo exterior indiferenciado”.

4) El secreto entre las mujeres que mantiene el suspense: en Reyes “Todas las frases comenzaron a volar como en redor de alguna lejana petición. Todas tendían a un término que yo mismo no sospechaba”, y en Fuentes “Miras rápidamente de la tía a la sobrina y de la sobrina a la tía, pero la señora Consuelo, en ese instante, detiene todo movimiento y, al mismo tiempo, Aura deja el cuchillo sobre el plato y permanece inmóvil”.

5) El sueño: en Reyes el sueño indica el comienzo de la distorsión en la realidad: “Comencé a confundir sus palabras con mi fantasía. Sus explicaciones botánicas, hoy que las recuerdo, me parecen monstruosas como un delirio”, y en Fuentes el sueño se ve como la única salida a la presencia de lo irreal: “Caes en ese sopor, caes hasta el fondo de ese sueño que es tu única salida, tu única negativa a la locura”.

6) La duda: en Reyes, “la conversación misteriosa sobre flores que yo no veía (y aún creo que no las había en aquel raquítico jardín”, y en Fuentes “Dudas, al caer sobre la butaca, si en realidad has visto eso; quizá sólo uniste esa imagen a los maullidos espantosos que persisten, disminuyen, al cabo terminan”.

7) El desdoblamiento de los personajes, quizá la semejanza más importante dentro de la hipertextualidad que logra Carlos Fuentes en Aura: en Reyes, Doña Magdalena se refleja en Amalia y el capitán se refleja en Alfonso (“doña Magdalena y su hija Amalia me hipnotizaron, desde los primeros instantes, con sus miradas paralelas”, “Me pareció que habían trocado los asientos durante mi breve sueño; eso me pareció…” y “Contemplé de nuevo el retrato, me vi yo mismo en el espejo”), y en Fuentes, Consuelo se refleja en Aura y el general Llorente en Felipe (“te repites que siempre, cuando están juntas, hacen exactamente lo mismo: se abrazan, sonríen, comen, hablan, entran, salen, al mismo tiempo, como si una imitara a la otra, como si de la voluntad de una dependiese la existencia de la otra” y “tapas con una mano la barba blanca del general Llorente, lo imaginas con el pelo negro y siempre te encuentras, borrado, perdido, olvidado, pero tú, tú, tú.”).

Es evidente que Carlos Fuentes tomó el cuento de Alfonso Reyes e hizo una reconstrucción en torno a él, sin embargo, esto no le quita mérito a ninguno, al contrario, los textos siguen siendo independientes, si bien a ambos se les agrega un valor que siempre podrá ser contemplado (o no) por los lectores para reconocer en Reyes a un gran escritor de la primera mitad del siglo XX y en Fuentes a un gran escritor de la segunda mitad.

El desdoblamiento, la simetría, el tú y el yo, son temas que en la literatura fantástica nunca faltan: desde El misterioso caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde  hasta Cien años de soledad. Lo circular, lo cíclico, el tiempo que va y viene. El doble. Alfonso Reyes se pregunta en La experiencia literaria (1983): “¿Es el hombre un hombre o varios hombres? Dos por lo menos: uno que va, otro que viene. Casi siempre, dos que se acompañan. Mientras uno vive, otro lo contempla vivir. ¡Extraño engendro polar! El hombre es el hombre y el espejo” (p. 93). ¡No podría quedar mejor como ejemplo de un texto literario!

Estos textos, Aura  y “La cena”, son construcciones que se van haciendo sobre la base de lo misterioso. El pilar en que descansa todo el texto, el inicio, ya está marcado por la indeterminación: calles desconocidas y anuncios misteriosos. Y sólo al final está revelado el secreto: la florecilla en el ojal, prueba de lo sucedido, y el motivo secreto de Consuelo.

Historias de terror, el misterio es el arma que resguarda el tesoro de su belleza. Por el misterio el lector se pierde en las páginas y no regresa hasta que da vuelta a la última página, por el misterio el lector se pregunta constantemente sobre la posibilidad de las cosas, por el misterio, por el secreto, por lo que omite, el autor da más información a sus personajes, que están como en una trampa. Pequeñas marionetas al servicio de dos: autor y lector. El secreto está en el guiño cómplice del cual nadie sabe bien qué interpretar.

El secreto, misterio de la creación y justificación de la escritura. Carlos Fuentes y Alfonso Reyes lo atestiguan.

Referencias

Cantú Ortiz, L. (2007). Cenar con Aura. La construcción de una ficción entre Reyes y Fuentes. En Rodríguez Alfano, L. (comp). Alfonso Reyes de Filosofía y Letras (pp. 87-122) . México: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Nuevo León.

Fuentes, C. (2007). Aura. En Cuentos sobrenaturales. México: Santillana Ediciones Generales.

Pitol, S. (1998). Soñar la realidad: una antología personal. México: Plaza & Janés Editores.

Reyes, A. (1983). Aristarco o anatomía de la crítica. En La experiencia literaria (pp. 92-104). México: Fondo de Cultura Económica.

Reyes, A. (2012). La cena. México: Universidad Autónoma de Nuevo León.