Tommy (POV)

Tommy (POV)

La puerta de la habitación se abre y por ella se deslizan la luz del pasillo y un gato cuyo color no se alcanza a discernir aún.

“Genial, sigue dormida.”

Tengo ganas de seguirlo cuando retorna al lugar de donde vino, pero nuestra protagonista no se ha movido de la cama y tocará seguir aquí un buen rato más.

A la izquierda de la puerta, desde nuestro punto de vista, hay un gran espejo, que refleja un armario que se encuentra al otro lado de la habitación; a la derecha, un escritorio sobre el cual se encuentra una laptop abierta, aunque apagada.

Son las 8:00 a.m. y Tommy ha venido a visitar a su dueña ya cinco veces. El POV de una persona que duerme más que su gato no es tan interesante en realidad.

“Hey, ¿me dejas ser tu siguiente POV?”

Ojalá el gato viniera a la recámara nuevamente. Es lindo. Fue adoptado por la protagonista en un día muy distinto de éste, cuando era cachorro.

“¿Tiempo de flashback?”

Un gatito subido a una barda de bloques sin pintar maúlla desesperadamente. Leonora nota su presencia mientras vuelve a casa luego de comprar algunas cosas en la tienda. La bolsa de mandado se balancea en uno de sus brazos; el otro se estira hacia el pequeño animal hasta tocarlo. Un par de caricias y el gatito deja de maullar.

Más maullidos: los del presente.

Ya son las 11:00 a.m. y aún nada de nada.

La luz que entra por la ventana aparece y desaparece. No, no es el tiempo que corre, aunque dormir pudiera ser lo mismo que morir. Es que a simple vista son indistinguibles. Cuando dormimos, ¿el tiempo corre a la misma velocidad? ¿O se pausa? ¿Se acelera o se desacelera? El efecto de la luz, sin embargo, se debe a unas nubes que corren libres en el espacio aéreo, opacando a ratos al sol.

Son las 11:02 a.m. El tiempo existe y nada mágico o maravilloso sucede.

La pantalla de la laptop está encendida y en el reloj se ven las 4:00 a.m. En pantalla, un procesador de palabras y una hoja en blanco. En el escritorio, una taza de café vacía. La protagonista no escribe nada a pesar de su concentración, inclusive los dedos están listos sobre las teclas. En el suelo, Tommy juega con una pelusa.

—Hora de ir a dormir.

“Ayer fue un día difícil. Perdónala. Esperemos a que despierte, sirva mi comida, limpie mi arena y vas a ver que terminará ese cuento que tiene que escribir.”

12:00 p.m. Suenan unas campanas.

Las campanas se convierten en cañones. Ella no lo sabe, pero el material para su cuento está ahí, en las imágenes que puso su sueño en su cabeza. Todo esto desaparecerá en un par de horas, cuando ella despierte. Pero las fantasías son increíbles y, por mucho, mejores que la imagen de una mujer simplemente dormida en su cama.

“Oye, ¿y por qué no eres escritor tú? Yo lo haría, pero, bueno, los gatos no escribimos.”

2:00 p.m. Tommy se pasea por la habitación. Finalmente se sube a la cama y Leonora despierta.

“Ya era hora, ¿no sabes que quiero comer?”

Seguimos a Leonora mientras camina, estirándose, hacia afuera de su habitación. Pasamos al lado del baño, de la cocina, del comedor. De una estantería saca la comida de Tommy y le sirve. Le pone agua. Limpia la arena. Regresa. Va al baño. No la seguimos, le damos privacidad.

“Te dije que me dejaras ser tu POV.”

Tommy se relame los bigotes y es lo más hermoso que hemos visto en todo el día. He decidido el título de esta pieza.

Suenan otra vez las campanas y la música complementa a la perfección la tranquilidad de la escena. Son las 6:00 p.m. Leonora ha comido, ha aseado su casa y ha atendido a un par de cristianos que han venido a su puerta hablando del pecado y del perdón de Jesús. Tommy duerme. Lástima, me gusta escuchar su voz. De vuelta a la recámara, la laptop está encendida y espera a la escritora.

Afuera en el mundo ocurren escenas maravillosas. Las noticias de la radio lo dicen: en el río, un derrame de sustancias tóxicas. Se envenenan, primero, los seres acuáticos a diez metros a la redonda, luego a cincuenta, pronto todo el río estará contaminado. Luis Fonsi viene a México a promocionar su último Álbum. La radio del vecino se sigue escuchando con más noticias increíbles. Leonora, sin embargo, trae puestos sus audífonos. Y aquí, adentro de la habitación, nada ocurre. Las noticias se dejan de escuchar gradualmente y comenzamos a escuchar —¡qué casualidad!— a Luis Fonsi.

7:00 p.m. Leonora se pone de pie. Va por un snack. 8:00 p.m. Leonora se pone de pie. Va a darse una ducha. 9:00 p.m. Leonora se pone de pie. Va a ver a su gato. 10:00 p.m. Leonora se pone de pie. Es la hora de la cena. 11:00 p.m. Leonora se acuesta en su cama y prende la TV para mirar una serie. 1:00 a.m.

“1:00 a.m. Leonora, deberías jugar conmigo. Miau.”

Y allá va Leonora a jugar con Tommy.

Le damos una última oportunidad. No por ella, sino por su gato. Porque es precioso.

La última escena del día: la laptop finalmente muestra algunas palabras en la pantalla. Se van escribiendo a un ritmo de una o dos palabra por segundo.

Se leen, con la voz de Leonora:

—La puerta de la habitación se abre y por ella se deslizan la luz del pasillo y un gato cuyo color no se alcanza a discernir aún…

Las palabras se me pierden. ¡Qué aburrido! Ni hablar, no hay remedio, mañana haremos el POV del gato.

19 de marzo de 2023